lunes, 22 de junio de 2009

VITRINAS GUADALUPANAS
(Primera Parte)

Sahuayo, Michoacán es un lugar conocido principalmente por sus festejos y celebraciones, la mayoría de tinte religioso. Después de la fiesta del patrón de la pequeña ciudad, el Apóstol Santiago, se encuentra la festividad en honor a la Virgen de Guadalupe. La fiesta abarca del primero al día doce de diciembre, días en los que se realiza una serie de peregrinaciones hacia el Santuario de Guadalupe. Las peregrinaciones son espaciosos sociales y culturales, con una estructura en general. Sin embargo, el día seis que corresponde el turno de desfilar a los integrantes del Mercado Morelos, se pueden observar detalles particularmente más atrayentes que los que se dejan ver en las otras peregrinaciones. Es por eso que me dedicaré a hablar sobre lo ocurrido en la peregrinación del seis de diciembre del 2008 en Sahuayo, pues la considero un tapete multicolor que retrata situaciones específicas de la sociedad sahuayense. Las peregrinaciones guadalupanas se organizan en gremios de acuerdo a los oficios que la sociedad sahuayense practica. Con lo anterior se pretende hacer partícipe a la gran mayoría de la comunidad de esta fiesta religiosa. Los gremios generan límites imaginarios que agrupan a los sahuayenses según la actividad a la que se dedican. Así pues, se les da una bandera que los identifica como albañiles, panaderos, comerciantes o mecánicos, acompañados siempre por el estandarte de la Virgen de Guadalupe. La peregrinación del día seis asignada al mercado Morelos es particularmente distinta a las otras. Aproximadamente una hora antes de que comience la peregrinación, la gente se comienza a reunir en las banquetas y aparta su lugar para poder presenciar el desfile. La mayoría de la gente que lo hace es de avanzada edad y tienden a ser mujeres, siendo éstas las que predominan entre el público espectador. La gran mayoría de las familias sahuayenses tienen por jefe de familia al hombre, así que mientras la mujer con los hijos sale a ver la peregrinación, el hombre se encuentra trabajando. Cuando las peregrinaciones ocurren los fines de semana, las calles se vuelven un centro de convivencia familiar, pues acude al evento toda la familia. Helados, frituras, cacahuates, algodón de azúcar, juguetes y otras golosinas son consumidos por el público que espera, formando en la calle una mezcla de colores y sonidos que terminan de adornar la escena. Sin embargo, aunque la calle se vuelva un lugar de convivencia familiar, no es compartido. Hay límites de parentesco entre el público. Las familias llegan a ocupar un lugar en la banqueta y celan su territorio, delimitándolo con alguna silla cuando la llevan. Por un momento la calle se convierte en una feria y las luces y adornos de la misma ayudan a crear ese ambiente, hasta que el ruido de la autoridad empuja a los vendedores y los obliga a limpiar el camino. Es entonces que la sirena de la patrulla local suena anunciando el inicio de la peregrinación. Justo detrás se ve la banda de guerra del Instituto Tecnológico de Jiquilpan, que hace presencia y se impone como una autoridad institucional reconocida por la sociedad como la casa de estudios superiores más antigua y cercana a Sahuayo. Después pasa el párroco del Santuario de Guadalupe con una imagen de la Virgen de Guadalupe y algunos monaguillos acompañándolo y cargando veladoras. Y es en seguida de todas estas figuras, que simbolizan la autoridad para la sociedad, que los miembros del Mercado Morelos aparecen en la peregrinación. Dentro del gremio del Mercado Morelos hay divisiones internas. Estas nuevas agrupaciones son por negocio, que regularmente se trata de familias completas. Cada negocio lleva un banderín con su nombre. Fruterías, taquerías o carnicerías aparecen en los carteles como tarjeta de presentación del grupo. Las personas que van en la peregrinación visten sus mejores galas. Al exponerse ante la sociedad muestran lo que para ellos es la elegancia y así quieren ser reconocidos por la gente, dando su mejor cara. Las peregrinaciones guadalupanas son vitrinas sociales, tomando el concepto de vitrina de Armando Silva en su texto Imaginarios Urbanos. Estos espacios son construcciones para que la gente sea vista y goce del reconocimiento social. Son interesantes las diferencias que pueden existir entre la forma en la que los peregrinos se ven a sí mismos y la forma en la que son observados por los otros. Entre los grupos que forman el mercado se encuentran los que visten con la última tendencia de la moda. Esto se observa sobre todo en jóvenes, que portan la ropa que pueden encontrar en cualquier escaparate de las innumerables tiendas de ropa de Sahuayo. Dentro de los grupos del gremio, se encuentran los cargadores. En la peregrinación y delante del grupo, un banderín. Enseguida un niño con un carrito de carga, conocido como “diablito”, cargando una caja. Esta escena conmovió al público y más de una persona habló sobre cómo se veía el niño, mencionando adjetivos apegados a lo curioso y a la ternura. Sin embargo, la imagen también puede mostrar otra cara. El niño desde pequeño está cargando con la condición que su familia ahora tiene. Este acercamiento directo al oficio familiar que tiene el pequeño, me lleva a lo que Patrick Süskind plantea en su obra El contrabajo. Süskind habla sobre una decisión que se impone por “naturaleza” y crea el estereotipo que en el caso del músico del contrabajo le toca vivir. La situación con el pequeño llevando el diablito de carga es muy similar. Crecer en un ambiente donde las expectativas de vida giran en torno al oficio familiar y estar tan ligado con eso mismo, va construyendo la condición propia del niño. A pesar de esto no se puede afirmar que al crecer el infante se dedicará a la carga en el mercado Morelos. Sin embargo, la influencia familiar no deja de estar presente y este nuevo reconocimiento por parte de la sociedad fortalece los lazos que lo unen al oficio propio de la familia.

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