sábado, 20 de junio de 2009

CIVILIDAD COMO CONCEPTO BÁSICO DE CONVIVENCIA

El civismo se refiere a las pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten vivir en sociedad. Se basa en el respeto hacia los demás, la estructura de la población y en general, del cuidado de los objetos de uso público. Al concepto están aunadas las nociones de buena educación, urbanidad y cortesía.

Podemos decir que es la capacidad de saber vivir en sociedad respetando y considerando al resto de individuos que componen el colectivo mediante normas conductuales y de educación que varían según la cultura del colectivo en cuestión. Es decir, el civismo no es único ni universal sino que sigue pautas establecidas internamente por la cultura en la que habita.

En nuestra región ciénega podemos encontrar día a día faltas a cualquier noción de lo ya mencionado aún a niveles tan generales como el uso contextualizado del lenguaje. No es por la carencia de reglas, quizás por la de neuronas, pero muchas de estas faltas tienen resultados obvios que la gente se niega a enfrentar. Casos en los que patrullas han sido rebasadas por la derecha (sin haber carril y tampoco razón para ello) mínimo interés por los espacios públicos ahora convertidos en foros de lágrimas, risas e improperios.

Civismo y civilización tienen la misma etimología: del latín cives, que quiere decir ciudadano. Como dijera el pensador José Ortega y Gasset “yo soy yo y mi circunstancia, si no la salvo a ella no me salvo yo”. Pues bien, esta circunstancia está llena de atentados contra los conceptos básicos de la convivencia en la región ciénega. Hay una dicotomía existencial entonces; uno decide que la circunstancia propia no afecta a los demás pero la circunstancia externa deteriora la propia y de paso, la moral.

Ortega y Gasset tiene razón al enunciar que los límites de la realidad son la percepción, pero ¿cómo negar que existen interrupciones sociales cuando la idiosincrasia externa no baja el volumen a su estéreo y no considera que existen otras personas alrededor? La mala educación y el desinterés por el progreso local han hecho mella en el civismo regional. Las pequeñas comunidades pueden decir que gracias a la cohesión natural de sus habitantes, la civilidad ha sido preservada.

Entonces, la civilidad en ciudades pequeñas no sufre una crisis, la civilidad externa que entra en contacto con otras dialécticas intrasociales es la que sufre impactos al no reconocer que el civismo y la educación colectiva, la etiqueta de comportamiento es algo relativo, para nada absoluto. El daño al espacio público, la invasión de la circunstancia ajena, el olvido de la gramática y la sintáctica en procesos comunicativos y sobre todo, el desinterés por la presencia de personas cercanas ya ni siquiera entran en el tema de la civilidad.

Si uno es el ser y su circunstancia, entonces habría que preguntarle al ente social-poblacional de la región ciénega de Chapala qué opina de la frase “si no la salvo a ella [la circunstancia] ella no me salva a mi” y si es merecido caer en la ignominia por el simple hecho de no ver más allá del siguiente paso.

1 comentario:

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