jueves, 2 de julio de 2009

Glam metal: ¿Hibridación o agresión cultural? (seguna parte)

El glam en los 80’s

Surge al inicio de ésta década una nueva ramificación del glam, la cual logró un gran reconocimiento comercial y que aún hoy sigue haciendo eco en la música pop: el glam metal.

Este nuevo género se identificaba profundamente con aquella generación de los sesenta y setenta. Imitadores de la estética hedonista, andrógina y agresiva en sus connotaciones sexuales. Pero destaca sobre las demás por lo exagerado y voluptuoso de los cabellos, haciendo énfasis en las melenas rubias y alborotadas, difundiendo la premisa “malos pero bonitos”.

Musicalmente incorporaron los sonidos crudos y virtuosos del metal: riffs violentos y solos de guitarra estremecedores, con la fórmula ya probada de sus antecesores del glam rock. El resultado fue un estilo que si bien no aportaba mucha frescura al panorama de la época, sí gozó de éxito y notoriedad entre la juventud, al grado que el número de bandas surgidas del género resultó ser excesivo. Algunas de las más importantes de la primera ola del glam metal, entre 1980 y 1983 fueron Quiet Riot, Motley Crue, W.A.S.P., Twisted Sister, Ratt, Helix y Stryper. A partir de 1984 y hasta su decadencia a mediados de los noventa destacaron Bon Jovi, Europe, Poison, L.A. Guns, Cinderella y Def Leppard.

Tratar de explicar el enorme impacto de la propuesta musical y estética de las agrupaciones que aquí se mencionan pasa por reconocer el contexto en el que se desenvolvieron. Durante los ochentas las tecnologías de la información y comunicación alcanzaron un notable apogeo, debido en parte a un mayor poder adquisitivo de la clase media: surgen el cassete y el disco compacto, los dos resultaron alternativas prácticas y viables para el consumo y la masificación, además del surgimiento del canal de televisión MTV; propiciando que la generación de músicos que estuvieron activos en esta época disfrutaran de una difusión y ventas mayores que ninguna otra en la historia, y al mismo tiempo se creó una nueva generación de espectadores, los cuales tenían a su disposición una oferta diversificada por el incremento de opciones en el mercado.

Glam metal hecho moda

Por lo que significó el enorme impacto de las tecnologías de la información entran en conflicto las ideas de Canclini. Debido a la repentina masificación y consumo de las manifestaciones simbólicas por las industrias culturales asistimos a una desterritorialización y a la reconversión de las fronteras entre lo masivo, lo culto y lo popular. Ya no es posible en la lógica del consumo dejar fuera a ningún miembro que participa en la misma.

La moda, como un cliché de la modernidad, representa con detalle lo anterior. Si bien resulta un concepto amorfo y ambiguo su esencia se basa en la repetición y la imitación. La prenda, uso o costumbre que más se repite en un momento determinado es la que se encuentra de moda. Por lo general quienes imponen tales modas son las clases hegemónicas de los diversos ámbitos. Pero basados en un modelo de globalización y expansión continuos ya no se puede reducir la prenda, el uso o costumbre, a una expresión simbólica de orden autóctono porque responde a otros fines: a los de la hegemonía, y la modernidad ha propiciado tal desterritorialización, desplazando el bien simbólico, legitimando su consumo.

No tendría objeto discutir si en el glam metal existe una verdadera autenticidad artística, la modernidad tiende a uniformar los diversos criterios con los que se clasifica cualquier tipo de capital cultural. Como objeto de masas el glam metal no responde a una pretendida autonomía dentro del campo del arte, se sostiene de circunstancias totalmente ajenas que lo favorecen de alguna forma: al ser un género surgido dentro del país hegemónico por excelencia, los Estados Unidos, se encuentra con el aparato adecuado para promover su masificación.

No podría pensarse que un género musical surgido en alguna región de África por ejemplo, pudiera lograr la difusión y comercialización suficientes para participar en la competitividad que representa la dinámica de los mercados. En cambio, existe la posibilidad o el riesgo de que a la luz de la modernidad casi cualquier cosa pueda convertirse en fetiche de consumo, tal y como ha pasado con el arte en general y su lábil autonomía dentro de la producción cultural.

Sin embargo, y con el caso ilustrativo del glam metal, podemos apreciar que las mismas fuerzas que difunden y consumen el fetiche comercial son las mismas que se encargan de desvirtuarlo, la modernidad y la moda a su lado son fungibles, requieren de una constante búsqueda de lo nuevo para sostenerse a sí mismas. Ya sea en la vanguardia artística o mirando directamente hacia el pasado es que encuentran sus materias primas.

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